Ayumi estaba agotada por la rutina diaria de hacer las tareas del hogar y criar a los hijos. En ese momento, durante la reunión de clase, me dieron una pastilla que ayuda a reducir la fatiga. Ayumi, quien lo bebió sin saber que era un afrodisíaco, fue atacada por una sensación agradable como una corriente eléctrica recorriendo su cuerpo. Incapaz de resistir la estimulación, queda atrapada en sus deseos, inmersa en un paisaje que nunca antes había visto, y su vida cotidiana comienza a desvanecerse. Y el cuerpo de Ayumi se volvió cada vez más adicto al lujurioso Kimeseku.