Mi amante y yo vivimos juntos en un apartamento, claro que tenemos sexo seguido, porque es una casa privada, entonces gimo lo más fuerte que puedo para liberar el placer dentro de mí, pero por eso también el sonido de mis gemidos molestaba a mi vecino. El vecino a la mañana siguiente vino a buscarnos para hablar, pero puso un anestésico en mi vaso de agua como venganza por su noche de insomnio.